Hola a todos, dado que llevo un tiempo sin publicar ninguna historia propia, decidí hacerlo hoy, espero que lo disfruten, como yo también disfrute escribiéndola. Antes de ir con esta recordar que si quieren leer las demás historias que he escrito, lo pueden hacer aquí. Espero sus comentarios, críticas y opiniones, adiós.
Escrito por: Charlie
Última modificación: 30/03/22
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Cómo cualquier otro día, un hombre ya entrado en edad, luego de bañarse, vestirse y ponerse su mochila -que contiene entre otras cosas la comida hecha por su mujer-, se dirigía a su trabajo, el cual cabe destacar que se encuentra a una considerable distancia de dónde él vivía -Lo cual llega a parecer mucho más, dada a su ya avanzada edad-. Mientras iba camino al trabajo, por alguna razón le entro una gran -e inexplicable- curiosidad por una cueva por la cual había pasado incontables veces por delante de ella, pero siempre sin prestarle mayor atención.
El día posterior a este, intento ver si podía ver algo dentro de tal cueva, pero dada la gran oscuridad, no tuvo mayor éxito. Luego de este día, fue perdiendo cada vez más el interés, hasta que un día, ya con poco interés, por alguna razón, se levantó unos minutos más temprano. Aun con el poco interés que tenía dio un vistazo a esta cueva, pero en esta ocasión fue diferente, ya que el levantarse un poco más temprano hizo que ese momento coincidiera con el minuto exacto de la salida del sol, y este suceso hizo que por unos breves segundo esta se iluminara y mostrase un gran brillo.
Este suceso hizo que su gran curiosidad nuevamente volviera, y que cada día se levantara a la misma hora, para ver si algún día podría lograr ver que era lo que había dentro de la cueva, y brillaba tanto; un día, envalentonado y con una pequeña linterna en mano entro en esta, para quitarse -de una vez por todas- la curiosidad. Al entrar se llevó una gran sorpresa, al ver una gran cantidad de piedrecitas de oro. Al ver estas, el hombre inmediatamente se le vino a la cabeza su hijo, y que el dinero obtenido por estas, le podría ser de gran utilidad para el futuro de su hijo, así para cuándo este fuese más grande, pudiera salir del pueblo e ir a la universidad -ya que estando en el pueblo no tendría mayor futuro que llegar a tener el mismo trabajo que tenía él-. Con en este pensamiento en cuenta, tomo algunas piedrecitas, la cual en total daría un peso de aproximadamente un kilogramo, pues esta cantidad le era suficiente para lograr su cometido -se dijo así mismo-. Luego de esto, y dado que la linterna que tenía iluminaba lo suficiente como para saber donde estaba, salió de la cueva, y camino un poco hasta que el sol le diera la luz suficiente para poder ver y guardar el oro en su mochila.
Mientras hacía esto, un hombre que justo salía de casa, miro dirección al hombre en cuestión y se dio cuenta de un gran brillo de luz que brotaba de las manos de este. Este hombre concluyo inmediatamente -al ver el color, forma y gran brillo que de este desprendía- que lo que tenía aquel hombre no era nada más ni menos que oro. Pero en ese momento, este se preguntó, ¿De dónde habrá sacado el oro ese hombre?, lo cual inmediatamente se respondió así mismo, que seguramente ese hombre había sacado el oro de alguna cueva cercana, ya que la gente de aquel pueblo no se caracterizaba precisamente por poseer grandes riquezas. Esta idea fue grandemente alentada al recordar las innumerables historias, cuentos y leyendas -o cómo sea que se les pueda llamar a estos tipos de relatos- de gente que había encontrado oro por las zonas, y gracias a estos habían salido del pueblo, y algunos, hasta llegado a tener una vida más que cómoda.
Incitado al recordar estas historias, de las cuales desde la primera vez que escucho -allá cuándo era un pequeño- creía, pero en ese mismo instante para él dejaba de ser una mera creencia y le hacía todo el sentido del mundo, se decidió a aventurarse e ir a la cueva de dónde ese hombre había obtenido el oro. Aunque pronto se dio cuenta de que había un problema y es que no sabía dónde era, ya que la cantidad de cuevas y agujeros -si a estos últimos se les puede llamar cueva- que se encontraban por aquel lugar eran inmenso, pero eso lejos de desanimarlo hizo el efecto contrario, porque podía que tomara tiempo, pero la recompensa valdría la pena -se repitió así mismo-. Y así lo hizo, alentado solo por su espíritu, salió de casa, y se adentró en incontables cuevas, pero la suerte no le sonreía, y es que pasaban y pasaban las horas, y no encontraba nada, ya cansado y a punto de darse por vencido llego a la última cueva -al menos cerca del sitio donde se encontraba aquel hombre que había encontrado el oro-, así que si había oro en alguna parte debía ser definitivamente ahí -pensó-. Aunque como no podía ver nada adentro, por ende tampoco confirmar si de esa se trataba la cueva que tanto buscaba, decidió devolverse a su casa, para llevar una gran linterna que tenía botada por casa, y una mochila para echar todo el oro -si es que por fin había dado con la cueva "premiada"-.
A los minutos volvió nuevamente a la cueva, y con linterna encendida en mano se adentró a esta, encontrándose con que efectivamente ese era la cueva que tanto buscaba, así que lo primero que hizo fue dejar a un lado la linterna, en el ángulo perfecto el cual alumbrase a él y el oro. Luego de ello se sacó la mochila y la dejo en el suelo y empezó a echar todo el oro que pudo hasta llenar esta. Se la puso a las espaldas, pero esto no le fue suficiente, se tenía que llevar todo el oro que allí estaba -Repitió una y otra vez, así mismo-, así que con las manos, y dando un abrazo agarraba todo el oro que podía, pero inevitablemente se le caía de las manos, sabía que era imposible que de esa cueva saliera con todo el oro, pero aun así su avaricia era más grande, así que hacía lo mismo una y otra, y otra vez sin parar.
Hasta que en un momento escucho un ruido, cómo si alguien se le acercase a él, el hombre, con un temor casi paralizante, titubeando, dijo -Sal de aquí, esto es mío... yo lo descubrí… No dejaré que me lo quites.
De repente salió de este estado paralizante, y con las manos temblorosas tomo la linterna, y apunto a esa persona, o sea lo que fuese que sea ese "espectro". Grande fue su sorpresa al darse cuenta de que no se trataba de una persona, ni muchos menos un espectro, sino que un oso de montaña, el cual para mala suerte del hombre, había decidido dormir ese día ahí. Este, al ver al hombre cómo alguien peligro y dañino, ya que este no paraba de gritarle que se fuera, se paró en dos patas, en pose amenazante. Al tiempo que el hombre se sacó la mochila y soltó todo el oro que tenía, y le dio un golpe al oso en su barriga, porque si tenía que pelear con un oso para obtener todo el oro que allí se encontraba lo haría. Pero ese golpe no hizo rasguño alguno al oso, y solo logro es que este se enfadara más y le respondiera rasguñándole y haciéndole una gran herida el abdomen, el hombre dándose cuenta de que ya nada podía hacer y que fue una estupidez haber intentado en primer lugar llevarse todo el oro de esa cueva cuándo esto era imposible, al igual que pelear con un oso, salió corriendo, llegando casi a la salida de la cueva, pero las heridas ya eran muy graves, muriendo desangrado. El oso fue dónde el hombre y con el hocico lo dio vuelta, dándose cuenta de que este ya estaba muerto, así que este no hizo más que volver al interior de la cueva y allí pasar la noche.
Al día siguiente, paso por allí el hombre que había encontrado el día anterior el oro... y tuvo una gran impresión, al ver a un hombre fuera de la cueva llenó de sangre y con un gran rasguño, así que se le acercó para ver si tenía pulsaciones, pero lamentablemente este ya se encontraba muerto, así aun sintiendo pena por lo que le había pasado al otro sujeto y sin poder hacer mucho, cómo cualquier otro día prosiguió con su rutina y siguió camino al trabajo.
Fin
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